El juego es fundamental para el desarrollo de los niños, despierta emociones positivas y facilita el aprendizaje. El juego simbólico, en particular, es muy necesario para comprender el entorno que les rodea.
Se trata de un impulso primario que se convierte en el medio para conocer el mundo, desarrollar su imaginación y creatividad, y la motricidad. Además, al mismo tiempo, es una forma de relación entre sus iguales y va de la mano del desarrollo del lenguaje, pues verbalizan mientras juegan.
Por otro lado, supone una buena ocasión para trabajar hábitos, como el orden; aptitudes y cualidades, como saber ganar y perder, el afán de superación y la competitividad (a su vez sirve para ganar confianza y tener autoestima) o trabajar en equipo; o virtudes, como la humildad y la paciencia. Asimismo, es la vía idónea para expresar y realizar sus deseos, satisface las necesidad de ejercicio físico y es un canal de expresión en el que descargar sentimientos positivos y negativos, lo que ayuda al equilibrio emocional.
Pero los beneficios del juego no quedan ahí. Permite a los padres conocer mejor la personalidad de sus hijos, localizar sus habilidades, sus intereses e incluso sus virtudes y defectos. La clave está en enseñarles a jugar y en ser sus primeros compañeros de juego.