Nuestros niños y niñas empezaban el colegio en septiembre viniendo de estar cerca de cinco meses en sus casas debido a la pandemia, que les impedía cubrir necesidades básicas como la socialización, el desarrollo de su autonomía en todos sus aspectos, etc. Desde entonces, dentro del colegio, poco queda de aquellas carencias. Han conseguido superar con creces y ponerse al día en todo aquello que habían retrocedido, especialmente en el tema de la autonomía, clave en su desarrollo.
Un niño demanda continuamente hacerse “grande”, “mayor”, y eso depende, en gran medida, de que les dejemos hacer las cosas por sí mismos. Quizá no lleven la tarea tan bien o rápido como podría acometerla un adulto, pero la hacen y, con ello, crece su autoestima y amor propio. De hecho, aprenden a ser autónomos a través de las pequeñas actividades diarias que desarrollan en casa y en el colegio. Por ello, es misión de los progenitores y educadores encargar a los niños tareas que les ayuden a demostrar sus habilidades y aprendan el valor del esfuerzo: colocar, recoger, guardar, quitar, abrochar y desabrochar las prendas o los zapatos, etc. Es decir, facilitarles los recursos necesarios y no sobreprotegerles de forma que mermen sus posibilidades. Es más, aquí, en el colegio, contando con nuestra guía, les dejamos conquistar, experimentar, hacer, equivocarse y rehacer.
En este sentido, a los 3, 4 y 5 años tienen mucha facilidad para adaptarse a diferentes situaciones. Para ellos es algo natural, pues su experiencia vital es aún muy corta y su personalidad se está formando. Es ahí cuando debemos enfrentarles a los nuevos retos para que vayan adquiriendo autonomía e independencia. No obstante, no debemos olvidar que necesitan nuestro apoyo y ayuda. Hemos de brindarles la seguridad de que tanto padres como profesores les ayudaremos, al tiempo que les animamos y motivamos, y alabamos cuando lo hagan bien.
En definitiva, es importante tener en cuenta que todo niño necesita ser autónomo para tener iniciativa y no ser una persona dependiente. De esta forma, tendrá más posibilidades de gozar de buena autoestima y confianza en sí mismo. Así pues, para poner este hábito en práctica son muy útiles las rutinas. Para ello, seguiremos unos sencillos pasos: pensar qué le vamos a pedir que haga; explicarle de forma sencilla lo que tiene que hacer y cómo; practicar haciéndolo muchas veces, recordando los pasos y disminuyendo poco a poco la ayuda del adulto; y, por último, habrá que supervisar y elogiar los logros aunque no estén del todo bien.